domingo, 5 de diciembre de 2010

Rubenia

Rubenia
Rubenia y Olimpia. (1916)

Pastorelas en cuatro actos, del prebistero doctor José Trinidad Reyes

Personajes

la virgen maria , la pastora elena
san jose , la pastora anarda
la pastora rubenia , la pastora filena
la pastora dalmira , el pastor apolo
la pastora susana , el pastor samuel
acto primero
decoración de calle
maria y jose

José    ¡ay! dulce esposa amada.
mi pena es muy amarga y extrema!

María    pero ¿qué es. dulce esposo,
lo que os lleva tan triste y pesaroso?

José   vuestros trabajos son los que me causan
un dolor sin igual, que me traspasan
el alma cual puñal agudo y cruento
llenándome de amargo sentimiento.
no ha mucho tiempo que de hebren vinisteis,
cuyo camino hicisteis
por sendas escabrosas,
con cansancio y fatigas dolorosas;
a tu vista se alegran las montañas;
juan salta en las entrañas
de su dichosa madre, y zacarías,
de blancas canas y de largo días,
rompiendo de su lengua las prisiones
se desata en divinas bendiciones.
para la casa de isabel fue el gozo,

María  mas para ti, mi amada, no hay reposo,
y no bien descansada.
emprendes a belén nueva jornada!
y si a piedad sin duda se moviera
aquel que corazón tenga de fiera,
al verte caminar a pie desnudo
en el diciembre crudo
por entre hielo y nieve,
bajo la escarcha que el invierno llueve.
joven, tierna, sensible y delicada
en el noveno mes de ser preñada:
¿qué dolor tan acerbo
no sentirá josé, a quien jehová confiara
la custodia de su hijo, la más cara?
no, mi amado josé: no os cause pena
ver mis trabajos, pues así lo ordena
aquel señor que los sucesos todos
lleva a sus fines por ocultos modos,
yo humilde me resigno
a su querer patente y siempre digno
de un padre compasivo que más quiere
al tierno hijuelo cuanto más lo hiere:
y cuando me contemplo tan dichosa
con la perla preciosa
que ya mi seno virginal abriga,
no hay para mí cansancio, no hay fatiga,
no me molesta el hielo,
no siento la aspereza de este suelo;
la única cosa que me da cuidado
es el verte, mi amado,
que padeces por mí y te afliges tanto,
siendo yo la que causa tu quebranto

José  suspende, mi señora, no prosigas;
y ten por cierto que si las fatigas
son para tñi dulzura,
por tener la ventura
de ser del amo dios el sacro templo
aun el mayor trabajo
lo prefiero al regalo y agasajo
María   gracias rendidas al eterno demos
como tributo fiel que le debemos,
pues si a veces nos manda leves penas,
otras veces derrama, a manos llenas,
inefables consuelos
que vuelven más sufribles los desvelos.
jose  cual nube opaca que disipa el viento,
fueron mi gran dolor y sentimiento
por tus dulces palabras disipados
insufribles no son ya mis cuidados,
ni me parecen ya tan importunos
los mandatos del césar, que á cada uno empadronarse exigen
en el lugar de donde trae su origen.

María  ¡ah! mi caro josé, si de octaviano
el regio edicto que dirmó la mano
nos manda ir a belén  en la aspereza
de esta estación en que naturaleza
sus rigores reúne, el ser divino
es quien ha decretado este camino;
si la ambición horrenda o la codicia,
que á los grandes más que a otros ciega y vicia,
de este medio se vale el dios potente
para traernos por sendas naturales
a cumplir sus decretos celestiales;
la prole santa que mi seno encierra
ya va a dejarse ver sobre la tierra,
cual rocío fecundo
que de virtudes fertiliza el mundo:
y a belén va a tocarle la fortuna
de ser de dios la cuna:
ya se acerca el instante
en que veréis la gloria del infante.

José  según esto, señora, ¿está cercano vuestro parto feliz?
maría       el soberano
de los sucesos ya la gran cadena
toca á su último enlace; ya los días
que daniel anunció en sus profecías
se han cumplido, y el cielo
va á hacer eternas paces con el suelo.
de santa inspiración amonestada,
de pulcros lienzos vine preparada
para envolver en ellos
al que al sol adornó co n rayos bellos.

José   ¿y en dónde ¡oh cara esposa!
se ha de mostrar escena tan gloriosa?
¿quién será el compasivo cuyas puertas
estén francas y abiertas
a peregrinos, pobres y extranjeros,
sin representación y sin dinero?
¿dónde habré de hospedaros ¡oh alma mía!
para que, como el alba, des al día?
yo, que soy en belén desconocido,
¿habré de hallar un pecho condolido,
que en su casa me dé decente cuarto
para que os preparéis al sacro parto?
mil angustias me cercan! oh, dios santo!
no se qué hacer!

María   ¿por qué os angustias tanto?
La avecilla que hiende el raudo viento
¿No encuentra preparado el alimento
Y hospitalaria rama donde el nido
Fabrica bien mullido,
Para poner en él tiernos polluelos,
Al abrigo de nieves y de hielos?
Si con tanta clemencia
A los brutos provee la providencia,
¿No habrá dispuesto al menos un cortijo,
Donde su cara hijo
Se recline al nacer? no desconfiemos!
Todos nuestros trabajos arrojemos,
Amado esposo, en el paterno seno
De Jehová, siempre  pío y siempre bueno.

José   el ángel del consuelo
Mi amada, sois: el compasivo cielo
Haga que á más fatigas les sucedan
El descanso mañas dulce, y que os conceda
Bendiciones sin cuento.
Como astros tiene el alto firmamento.
Llaga la noche con su manto oscuro
El orbe cubre, y ya en el éter puro
Trémula luz ostentan los luceros,
Y faltando del sol los reverberos
El ambiente se enfría y se humedece;
Pero ya, dulce esposa, ya fenece
Tú largo padecer; ya hemos llegado
Al término del viaje, tan deseado.

María  yo os saludo, oh belén, patria dichosa
Del gran David. Ciudad más venturosa
Que todas las demás, donde su oriente
Ha de tener el sol más reluciente!

José  esta es Belén esposa cara y tierna;
Ved allí la cisterna
Cuyas aguas deseaba en la batalla
El gran David; a esa otra parte se halla
El antiguo sepulcro de Raquel;
Aquel es el lugar donde Samuel
Derramó la unción santa en la cabea
De David, pastorcillo donde empieza
De los reyes de Israel la dinastía;
Por hacía allá se dice que vivía
La hermosa Noemí, con su amante nuera,
La moabita Ruth, cuando volviera
Viuda de elimetec a esta región,
Más, no se extienda más mi relación
Que ha llegado la hora
De buscar hospedaje a mi señora.
Escena i
Los dichos, portero 1ro.
(José a la una puerta)

Portero 1ro. ¿Quién llama?
José   un peregrino
Que con su esposa viene de camino;

De Nazaret salimos obligados
Del edicto del césar, y cansados de tan larga jornada
Buscamos un albergue.

Portero 1ro.   La posada
Está llena de gente, y ya no queda
Dónde hospedaros pueda;
Caminad a otra parte.

José   ved, amigo,
Nuestro cansancio.

Portero 1ro.
Que aquí no hay hospedaje. (Se retira).

José¿Por qué me abandonáis al desconsuelo?

María Nada os turbe, José: la providencia
Quiere probar así nuestra paciencia.
JoséYo lo merezco así, más vos, señora,
Y la deidad que en vuestro vientre mora…
Me es sensible que a tanto menosprecio
Os sujetéis.
María José, ¿quién será el necio
Que á penetrar de atreva a los secretos,
O de Jehová se oponga a los decretos?
José Su voluntad se cumpla y otra instancia
En esta casa hagamos; la constancia
Acaso vencerá. (Toca).

Escena III

Los dichos; portero 2do.

Portero 2do. ¿Quién ha llamado?

José Dos pobres peregrinos que han llegado
A deshora a belén, a empadronarse,
Y buscan un lugar donde hospedarse.

Portero 2do.
En esta casa no se da hospedaje
Sino al que es caballero y personaje.

José Ved a esa tierna joven; sed humano;
Me mata su cansancio!

Portero 2do.
He dicho, anciano,
Que á otra parte hospedaje se buscase,
Que éste es para la gente de alta clase. (vase)

José Oh! qué extraña dureza!
¿Quién creyera en los hombres tal fiereza?
¿Por qué ¡oh gran dios! queréis que vuestro amado
A buscar a los hombres sea enviado,
Y no halle entre ellos acogida alguna?

María No conocen, José, la gran fortuna
De dar hospicio a aquel en cuyas manos
La suerte está de todos los humanos.

José Conviene hacer tercera tentativa,
Por si alguna persona compasiva,
Habita en esta casa. (Llama otra vez a una puerta)
Escena  IV
Los dichos; portero 3ro.

Portero 3ro.      ¿Qué imprudente
Llama á esta hora? ¿No ve el impertinente
Que perturba el reposo de este hospicio?

José Dos hijos de belén que el beneficio
Esperan de hospedaje
Pues siendo de linaje
Y tribu de David, á dar el nombre
Venimos al padrón.
Portero 3ro.    ¡Miserable hombre!
Id á otra parte a referir nobleza;
Bien demarcada está vuestra pobreza:
I aquí solo el dinero tiene entrada!
José
Esta joven divina y delicada
¿No mueve á compasión vuestras entrañas?
Portero 3ro.
No me molesten más vuestras patrañas;
A otra parte llevadla.
José
¡Oh, dios de Abrahán,
De Isaac y de Jacob!   ¿Qué tal serán
Los hombres más benignos y hospitales?
Virgen, amable, ves que los mortales
Tienen de pedernal los corazones,
Más fieros é inhumanos que los leones;
Ni esa preñez sagrada,
Ni esa edad juvenil y delicada,
Ni el atractivo de tus ojos bellos
Movieron su piedad; ni esos cabellos
Húmedos de rocío,
Ni el semblante marchito por el frío
De la intemperie expuesta  a los rigores
Su aspereza venció!
María
Como favores
Con que dios nos regala, recibamos
estos crueles desdenes y ofrezcamos por los que nos desechan tan ingratos
Estos trabajos que le son tan gratos.
José
Jehová use con ellos de clemencia
y a su crueldad impía dé indulgencia;
Mas ya la noche avanza en su carrera;
El Aries brilla en medio de la esfera;
Y pues belén nos cierra
Todas sus puertas, de esta ingrata tierra
Es preciso salir; afuera del muro
A la parte de oriente ¡oh cado duro!
Una gruta  hay do el pobre peregrino.
Fatigado del sol y el camino,
Halla reposo, y donde los pastores
Alojan su ganado en los rigores
Del crudo invierno y de ardiente estío
¡Oh! con cuánto dolor, encanto mío,
Os conduzco á un lugar que no es decente
Para vos, beldad regía y preeminente;
Más si los hombres fueran tan altivos
Y crueles, compasivos
Los brutos nos verán.
María
Este destino
Nos predijo el oráculo divino;
Si Israel á su señor no ha conocido,
En este establo se verá cumplido:
Conocerá su posesor el buey,
Y el jumento el pesebre de su rey.
Acto segundo
Un bosque: a un lado, un sepulcro
Escena i

Rubenia
Rubenia
Grande fue la faena de este día;
El alma ha trabajado como el cuerpo;
Pues ya nada me falta; ya del todo
Desocupada estoy ¡gracias al cielo!
Ahora sólo resta que a Prisilla
Venga á hacerle mi diario cumplimiento.
Cortar quiero estas flores y regarlas
Sobre la tumba; este es el sólo feudo
Que ha de pagar mi amor á la que fuera
El ídolo de todos mis afectos.
Más ¡ah!  ¡Qué conmoción tan melancólica
La vista de este bosque hace en mis miembros!
Yo te saludo ¡oh bosque venturoso,
Que posees el tesoro de más precio!
Y pues el canto alivia los pesares,
Tu dicha y mi desdicha cantar quiero.
(Canta):
¡Oh, bosque solitario,
Alegre en otro tiempo,
Do la bella Prisila
Condujo tantas veces sus corderos!
¡Cuántas veces oíste
De su voz el acento,
Y cuantas repetiste
Su graciosa en expresión en suaves ecos!
¡Cuantas veces sus plantas
Hollaron  este suelo.
Y cuántas en los árboles
Con sus manos grabó divinos versos!
Más ¡ah! Que ya descansa
En profundo silencio
Y no la veréis más,
Tristes cipreses, elevados cedros!
ESCENA II
LA DICHA Y SAMUEL
(VESTIDO DE CAZADOR, CON CARCAX Y FLECHAS)
SAMUEL Rubenia hermosa!
Rubenia ¿Cómo aquí has venido,
Samuel, si ha mucho tiempo que no veo
Que algún pastor conduzca su ganado
A este lugar que siempre está desierto?
Samuel siguiendo un jabalí me vi internado
Entre las zarzas de este bosque espeso;
Perdí la dirección, y en un instante
Me vi tan confundido y tan perplejo,
Que ya no era posible que pudiera
Atinar con el rumbo ni el sendero:
Más quiso mi fortuna que tu voz
Percibiese en confuso desde lejos;
Por ella me seguí; si no es el canto
Esta noche pasara yo al sereno.
Y tú ¿Qué haces aquí?
Rubenia todas las tardes,
Antes que el sol oculte sus reflejos,
Visito este lugar que me es tan caro,
Pues están de Prisila aquí los restos;
Allí duerme Prisila, allí descansa;
Aquel es su sepulcro á donde vengo
A adornarlo con flores y laureles,
Y á hacer de la amistad tristes recuerdos!
Samuel bien merece Prisila este tributo
Que le paga tu amor, pues en efecto,
Aunque Naturaleza no le diera
De toda la hermosura el embeleso,
Le dio en cambio mil gracias que suplían
Y hacían se olvidase algún defecto.
Rubenia ¿y qué defecto hallabas en Prisila?
¿No eran sus negros ojos dos luceros?
¿No eran de rosa sus mejillas tersas?
¿No eran sus labios un clavel abierto?
¿Podrás negarlo tú?
Samuel      Todo eso es cierto:
Mas su nariz, de poca prominencia,
Privaba a aquel conjunto de su efecto
Y puedo asegurarte que Prisila,
Si fue por la hermosura, de la que ella
No aparentaba hacer ningún aprecio:
Otras prendas tenía con que se hizo
Digna de la alabanza y del respeto.
Rubenia ¿Y no darías tú la preferencia
A todas sus hermanas?
Samuel     Yo no creo
Que les haya ventajas, pues Lucinda
Su juventud conservan el rostro bello,
A pesar de los años y que siempre
Padece de los males el tormento.
Tú mira á Petrania, que aunque ha sido
Tres veces madre, no por eso deja
De ser tan bella, que es un fiel retrato
De aquella Margarita que otro tiempo
Era la más gentil de las pastoras,
La beldad de esos campos, el recreo
Que deleitaba al corazón más frío,
Y que volcanes encendió en los pechos;
De aquella Margarita cuya fama
Cantaron los pastores en sus versos,
Cuyas encantadoras perfecciones
No ha podido alterar el tiempo austero!
Rubenia ¿y lo mismo dirás de Maximilia?
Samuel ¡Bribona eres, Rubenia! Yo en silencio
Quise pasar la pobrecilla enferma,
Aunque sin adularla, muy bien puedo
Decir que no le faltan las virtudes,
El más precioso don que otorga el cielo!
Mas doblemos esa hoja: y di si acaso,
A prevención, has traído pan y queso,
O cualquiera otra cosa, pues perdido
No he llegado a probar ningún sustento.
Rubenia como vengo a este sitio muy de paso
Nada acostumbro traer.
Rubenia           pues me voy luego
Antes que de hambre caiga, y con Prisila
Me quede sepultado en este yermo.
Rubenia   si divertirte quieres esta noche,
En casa de Susana nos veremos
Y allí, después de una función solemne,
Podrás cenar hasta decir: “no quiero.”
Samuel   pero eso esta despacio; la barriga
Ya tregua no me da, y así el sustento
A mi casa a buscar iré.
Rubenia Así sea:
Y mientras tanto, yo al sepulcro llego,
Y luego que le pague mis tributos,
Me hallarás donde dije.
Samuel    te lo ofrezco.
(Rubenia se dirige hacía el sepulcro)
ESCENA III
SAMUEL
Samuel no hay necedad, melindre ni capricho
Que en mujer no se vea! ¡Qué embeleco
El venir a llorar todas las tardes
Sobre podridos y asquerosos huesos:
El adornar con flores un sepulcro;
Lágrimas derramar, haciendo duelo!
¿y por quién? Por mujeres que a docenas
Nacen todos los días en los pueblos.
Y si vamos a ver, la tal Prisila
Era una cualquiera cosa un trasto viejo!
Pero ¡voto á canastos! Que este día
Ha sido para mí malo y funesto:
Primero andar perdido por los montes,
Luego hallarme con llantos y requiebros,
Salir de una mujer y caer en otra:
Es salir de la nieve y caer al fuego.
ESCENA IV
EL DICHO Y SUSANA
Samuel     allá Susana está, y me es preciso
Caravanas hacerle y cumplimientos.
¡Ah, querida Susana! ¡Cuánto gusto,
Cuándo placer en encontrarte tengo!
Susana ya podrás inferir cuál será el mío,
Pues sabes, buen Samuel, cuánto te quiero.
Samuel ¿Dónde á placer pusistes tu ganado?
Susana A la falda lo miras de aquel cerro.
Samuel Luego tuyos serán dos corderillos
Tan blancos como un copo, que allí mismo
Esta mañana vi?
Susana     de un solo parto
Los produjo una oveja así tan bellos:
De apolo son , no míos.
Samuel   ¿y `por qué
Andan con tus ganados? ¿por qué es esto?
Susana Porque sabrás. Samuel, que entre Rubenia,
Entre Dalmira y yo se ha hecho un convenio,
De que por dos semanas, una á una,
El ganado de Apolo apacentemos.
Samuel ¿y qué menos que Apolo tengo yo
Para que él sólo goce el privilegio?
Susana Yo te diré, Samuel, cuál es la causa:
Apolo es un pastor cuyos talentos
Notorios son en todas las cabañas,
Y que ha sido educado con esmero.
Dióle Naturaleza voz divina,
Tañe con perfección lira y salterio,
Y en el versificar no le va en zaga
Aquel tan celebrado poeta griego.
Tú ya sabes muy bien que cuando Apolo
Asiste á nuestras fiestas, todo es bueno.
En danzar no hay zagal en la Judea
Más gracioso que Apolo ni más diestro;
Y queriendo el pastor que estas montañas
Sean otra Arcadia, con notable empeño
Las lecciones nos da, y en recompensa
Nosotros le pagamos este obsequio.
Samuel ¡Hola! ¿Con que la Arcadia y sus pastoras
Se hallan ahora en Belén? ¿ Y qué progresos
Habéis hecho en la escuela?
Susana    No son pocos,
¡Qué! ¿no has sabido tú que a tenemos
Certámenes lucidos donde adquiere
La que queda mejor, honroso premio?
Unas veces se gana la corona
Por el tañer la lira, o el manejo
De la gaita o el arpa, y otras veces
Por cantar o bailar; mas yo prefiero
Las contiendas en verso, pues este arte
Es el que tiene en mí, mayor imperio,
No ha muchos días que la bella Elena
Un certamen conmigo tuvo de estos
Y no puedo negarlo, ni debería,
Que vencida me dio su bello ingenio.
Samuel ¿Y cuál fue la materia del certamen?
Susana Yo canté con la cítara en tercetos
El paso del Mar Rojo y los prodigos
Que hizo el grande Moisés en el desierto;
Mas ella, acompañándose con arpa
En sáficos y adónicos patéticos,
De David, pastorcillo, cantó el triunfo
Que obtuvo del altivo filisteo
Samuel ¿Y contó por supuesto la estatura
Descomunal de aquel gigante fiero,
Y los tres tenamastes que con la onda
Le disparó para traerlo al suelo?
Susana todo eso refería, y los aplausos
Que daban las doncellas al mancebo,
Diciendo que si Saúl a mil dio muerte,
David mató a diex mil de un solo encuentro.
Samuel Mira qué buenas cosas se tenían,
Y yo sólo tratando con los perros,
Con carneros y ovejas y con bueyes,
Haciéndome con esto más borrego.
Susana Pues si quieres, Samuel, pasar el rato,
Esta noche a mi casa vete luego,
Que Apolo asistirá y también Elena
A una de estas funciones.
Samuel      ¡Oh, muy bueno!
Y tú tomarás parte en el certamen?
Susana Del que para esta noche está dispuesto,
La muy bella Dalmira con Rubenia
Son las antagonistas, y los premios,
Como jueces, Apolo, Elena y yo
Con imparcialidad repartimientos,
Ya la noche se acerca, y debo irme
A llevar mi ganado, Vuelvo presto.
Samuel Pero….aguárdate….un poco( se desmaya
En brazos de Susana, que se asombra.)
Susana     ¿Qué me quieres?
Samuel Que….me acudas….aprisa….que me miero!
O….gana de….tomar algún….sustento,
Que…. De hambre…. estoy pasado!
Susana Pues, mi amigo,
Para ese mal no tengo yo remedio,
Porque andando e el campo, y a estas horas,
Nada podría darte, pero luego
Irás tú a mi cabaña, y allí si
Tú comerás cuanto te pida el cuerpo.
Samuel ¡Qué esperanzas tan verdes! No, Susana;
La enfermedad es grave, y no da tiempo.
Susana Pues ¿y qué hemos de hacer?
Samuel (reanumándose) Que antes me marcho
A mi casa, a buscar algún consuelo:
Que con dos o tres panes y un tasajo
Habrá para hacer boca
Susana    Y bien. ¿te espero?
Samuel Tal vez no habrán llegado las pastoras,
Cuando yo en tu cabaña tome asiento.
(váse Susana)
ESCENA V
SAMUEL
Samuel ¡Quién demonios aguanta a las mujeres!
Allá la una llorando por los muertos,
Aquñi la otra metida a poetisa
Y haciendo mil elogios de sus versos.
¿Qué hará el mundo con tanta Bachillera?
¡Pobre de mí, si la desgracia tengo
De casarme con una de estas prendas
Que al pedirle la cena o el almuerzo,
Me diga: “Aguarda, busco un consonante
Para el último pie de este soneto”
Y fingirse con ellas novelero,
Que sí no, me aborrecen y han de hacerme
De sus mmurmuraciones el objeto.
Pero…el hambre me aprieta, y Dios no quiera
Que otra mujer me salga hoy al encuentro!
ACTO TERCERO
Un bosque: Dalmira, bajo un árbol, con una guitarra para estudiar una canción que tendrá escrita en un pliego.
ESCENA I
DALMIRA, CANTA
Dalmira “Placer de los cielos, delicia del mundo,
Oh, numen fecundo, propicio de mi voz,
De tiernos amantes corona el deseo.
Desciende Himeneo, desciende veloz!
ESCENA II
LA DICHA Y ELENA
Elena Muy divertida te hallas.
Dalmira Repasaba
Una canción que Apolo mandó escrita,
Que solo he de cantar allá en la boda
De la pastora Cleófas, nuestra prima.
Elena Esto será muy luego, pues yo he visto
Preparadas las donas, que son rica;
Una tela preciosa para el manto.
Bordad por las manos de Lucinda;
Una sarta de perlas, que mayores
Nunca en estas cabañas fueron vistas;
Y otras mil cosas que ha juntado el novio
Para alegrar los ojos de la niña.
Dalmira Ah! Elena, Elena, qué dichosa es Cleófas!
Yo te confieso que le tengo envidia;
Y a no ser que me acuerdo de mi padre,
Como un sabio consejo, me decía;
“No hay porque calentarse la cabeza
Ni qué decir palabras, mi Dalmira”
Me muriera de pena cuando veo
Que para otra no más nació la dicha.
Elena ¿Quién desconfía?
Si Lucinda, tan triste y achacosa
Halló marido lleno de pollinas,
De ovejas, bueyes y otros muchos bienes,
Y sobre todo de una hermosa quinta;
Si Irenia, que no era tan muchacha
Ni llevaba candela entre las lindas,
Supo engañar dos veces y casarse
Con bastante esplendor, y si Prisila
Agradó al idumeo Belisario,
Pastor galante y de manera finas,
Más fortuna debemos prometernos,
Pues somos buenas mozas, mi quereida.
Jóvenes somos, y nuestros talentos,
Con más esmero que otros se cultivan;
Cualquier pastor que vea tus canciones
O que me escuche a mñi tañer la lira,
Pasmado quedará, la boca abierta,
Y la baba caerásele muy líquid:
Quién sabe si ya Apolo le habrá echado
A alguna de las dos el ojo, amiga?
Elena Eso no aguardes tú, porque si Apolo
En algunas pensara, apostaría
Que Susana ha de ser, porque los hombres,
En casarse por cálculo, se pintan;
Y a más de ser hermosa, sus manadas,
Muy numerosas son y muy lucidas;
Llevandose la palma entre nosotras
En el danzar en solo o en cuadrilla,
Pues antes que de Apolo las lecciones
Ella tomara, ya aprendido había
Con el joven Macerio, que en el baile
Se cuenta por la octava maravilla,
Y así, amiga, es preciso te persuadas
Que si tú Raquel fueras, y ella Lía,
No tomara el trabajo de Jacob,
Catorce años sirviéndote por linda.
Dalmira No hay que hacer caracol, porque si Apolo
Hacia otra parte la balanza inclina,
Hay Faustelos, Ramirios y otros muchos
Que, aunque pastores son de a cuatro en libra,
Varones son al fin, y eso es bastante
Para entrar de maridos en la lista
Mas dime, Elena, tú ¿qué juicio formas
De la boda de Cleófas?
Elena  Yo, Dalmira,
Confieso que la tengo por muy buena,
Pues Ircano es pastor de campanillas,
Aunque algo avejentado, pero hermoso,
¿Dónde mejor lo habrá la pobrecilla?
Es juicioso, callado, muy activo,
Sin padres, sin abuelos y sin tías,
Y con buenos rebaños, que esto es todo
Lo que hace ser feliz a uno en la vida.
¿Y a ti que te parece?
Dalmira Grande cosa;
Y mucjo más, que siempre la cocina
Al fin, como de rico, estará llena
De grandes tortas y pastelerías:
Así como en la bodas de Camacho,
Espumarán capones y gallinas.
Elena ¿Ya ti te alegra eso?
Dalmira  ¿Quién lo duda?

¿No miras que sou música, mi amifa,
U desde Anfión acá es muy celebrada,
De los músicos todos la barriga?
Que con más ganas cantan si perciben
Que habrá de ser solemne la comida;
Ya que cuando solfean tienen hambre,
Y si entonan cromáticas, canuna?
Elena Y debe se así, porque conozco
Un pastor que de misico la poca,
Y llega con frecuencia a la cabaña
Con pretexto de ver Maxilamilia;
Yo me santiguo al verlo que se engulle
Un platon de cuajada con él tan en ayunas
Que bien cree pudiera decir misa.
Dalmira ¿Y él es médico?
Elena No; mas toma el pulso;
 Y es lo célebre que él y la Juanilla,
Como la enferme pasa inapetente,
Del empeño la sacan a escondidas;
Ellos toman la sopa, o el puchero,
O la taza de atol, hasta que limpia,
Lavada y relevada, dentro y fuera,
Mandan á la cocina la escudilla.
Dalmira ¡Oh, sí! Ya le conzcon, y ya me acuerdo
De un cuento que mi abuelo refería:
“En aquellos” –decía-“dorados tiempos”
Cuando todo iba en regla y en justicia,
De cargo-concejil hubo un ministro
Que el sistema de Gall saber debí,
A todos los muchachos que pasaban
A tomar profesión, los examina:
Si hallaba en este examen que el muchacho
Era inclinado a fraudes y mentiras,
A un maestro zapatero lo mandaba;
Si era inclinado al robo y raterías
“Este necio”-decia- “para sastre”
O “para costura” si era niña;
Si en el niño se ve protuberancia
Del órgano que marca la codicia
Y el corazón de mármol: “Este niño
Nació para el comercio” –y le decía:
Si descubre en el niño, por desgracia,
Inclina la carnicería,
Al rastro lo mandaba en el instante,
O a un colegio a estudiar la medicina;
y si a esta condición, a estas señales,
las de un amujerado se añadían
“Andan niño decía-vete que eres
Propio sólo para una pulpería,
Vete a vender tus ajos, tu manteca,
Y rebájale una onza a cada libra;
Tú no debes tomar una pistola,
Ni una pluma ni el arco de una lira.”
Si el semblante le ve muy parecido
A una leona parida o a una tigra:
“Este ha de ser guerrero” –publicaba-
Así lo indica su fisonomía;
Mas si por fin halaba en el muchacho
Tímpano delicado y anchas tripas:
Buen músico, pues tiene los dos órganos
De la audición y la gastronomía,
Órganos necesarios son los cuales
No hay buen cantar ni buena cantarina
Mira que tal, Elena, si no debo
De alegrarme?
Elena   Chuscona eres, Dalmira,
Y siempre estás de humor: pero ¿ qué hacemos?
¿Dispuestas tienes ya tu sabatina?
Qué, ¿no te acuerdas tú que con Rubenia
Vas hoy a la palestra, y que Rutilia,
Hija de aquel pastor tan celebrado
Por su vena fecunda en la poesía,
Tal vez asistirá?
Dalmira    ¿Y eso qué importa?
Elena que aunque su aprobación por cortesía
Haya de darte, cuando esté a sus solas
Con balanza muy fiel hará modestia
Tiene sus horas de mostrarse crítica.
Dalmira no hay por qué calentarse la cabeza,
Según mi padre dijo, mi querida,
Elena Pues mira que ya tarde, y en la fuente
Nos espera Rubenia.
Dalmira       Pues aprisa
Levantate, y nos vamos: ya verás
Que yo no estaba tan desprevenida.
ACTO CUATRO
Un bosque contiguo a la cabaña de Susana; las pastores con traje de guía; se colocará la cena en el suelo.
ESCENA I
APOLO Y SAMUEL
Apolo ¡Hola, Samuel! ¡Qué milagro
Es que andes por estos cerros!
Samuel ¡Ah, Apolo! Bien sabes cuántos
Son lo quehaceres que tengo;
Mas ahora, como he sabido
Que estas haciendo portentos
Los ganados, los trabajos,
La casa……….todo lo dejo!
Apolo ¿Qué es los que quieres decirme?
Samuel Que has hecho de estos desiertos
Una morada de ninfas
Que cantan como un jilguero;
Que estas amasando fieras
Y convirtiendo en corderos
Leones y tigres de Hircania:
Y si ha de creerse, por cierto,
Las artes que enseñas tú
Producen esos aspectos.
Apolo Amigo, lo que yo hago
Es un mero pasatiempo,
Tengo unas cortas nociones
De la música y el verso,
Y enseñando a las pastoras
Estas cosas, me entretengo.
Samuel Y  a la verdad que es empresa
De romanos.
Apolo     No lo niego,
Pues las mujeres ya traen
Bien demarcado su genio;
Repara la diferencia:
Los muchachos son traviesos
En verdad, pero no gastan
Malicia alguna en sus juegos;
Corren, saltan, se divierten
A la pelota, al hoyuelo,
Según lo requiere el tiempo;
Pero las niñas, amigo,
Aun no se la ve en el suelo,
Ya juegan a las visitas,
Y ha hacerse mil cumplimientos,
A hablar de modas y novios,
Y responden a un requiebro.
Crecen en edad, y entonces,
Aun no hechan bien un remiendo,
Ni saben poner la olla,
Y ya tratan de himeneo.
Samuel  Todo esto es cierto, en verdad;
Por eso le oí á mi abuelo
Que la mujer, al nacer,
Ya trae el diablo en el cuerpo;
Mas si tú tanto te empeñas
Tendras sin duda otro objeto,
Pues yo, que soy malicioso,
Un reparo tengo hecho:
Que esas maestranzas de niñas
Acaban en casamiento.
Apolo No, Samuel; yo las estimo,
Las acato y las respeto,
Mas, para novia ninguna
Me ha venido al pensamiento.
Son hermosas, como sabes,
Y no les falta talento,
Unas son algo loquillas
Las otras de genio austerio;
Y sobre todo, que hasta ahora
Ni siquiera pienso en eso.
Samuel Y quiera Dios que jamás
Tengas ese mal deseo,
Pues tener suegros y tías
Es tener todo un infierno.
Apolo Ya, Samuel, hemos llegado
De Susana á los aleros.
Samuel La dulce conversación
Me hizo el camino ligero.
Apolo Del corral viene Susana
A salirnos al encuentro.
ESCENA II
LOS DICHOS Y SUSANA
Apolo ¿Qué haces Susana?
Susana     Ocupada
Estaba con un cordero
Que está a punto de morir
Porque me lo mordió un perro.
Samuel Los pastores, de estas cosas
A cada instante tenemos.
Apolo ¿No han venido las pastora?
Susana Con vosostros casi a un tiempo
Van llegando; de Dalmira
Oíd el bullicioso acento.
(cantan en el interios)
Al certamen glorioso
Van las pastoras
A recibir laureles
De honor y gloria.
CORO
¡Viva Rubenia!
Que obtendrá la corona
En la palestra!
Susana ¿No te parece bien que aquí en el césped
Sea nuestra reunión?
Apolo     Cosa muy buena;
Templada está la noche y ni una nube
Nos oculta la luna y las estrellas.
ESCENA II
LOS DICHOS: DALMIRA, RUBENIA, ANARDA, ELENA Y FILENA ENTRAN CANTANDO
Al certamen glorioso
Van las pastoras,
A recibir laureles
De honor y gloria.
CORO
Viva Dalmira,
Que obtendrá la corona
Que le es debida!
Susana Bien venidas seáis, caras amigas,
A este lugar donde con impaciencia
Susana os esperaba para veros
Ostentar el talento y la belleza,
Ya Dalmira y Rubenia vendrán, creo.
Cual dos competidoras bien dispuestas
A entrar en el certamen que ha honrar viene
De las demás pastoras la presencia,
Yo me complazco y siento gozo inmenso
Al miraros aquí ¡oh amigas tiernas!
Y para que este dulce sentimiento
Una expansión mayor ahora tenga
A mis amantes brazos permitidles
Que gozosos os den hoy una prueba
De mis afectos, de mi amor constante,

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